Constantemente estoy al pendiente de mi bienestar, pero había algo
para lo que no estaba preparada porque nunca creí que me pasaría a mi.
De todos los estudios y análisis que siempre me hice para mantener mi
buena salud, hubo uno que dejé pasar desapercibido: una mamografía.
No es lo mismo para todas, pero a mi me paralizó el miedo.
Tenía temor a realizármela porque mis pensamientos se llenaban de suposiciones: “Qué pasaría si…”. Me angustiaba imaginar en todo lo que vendría después.
Cuando llegó el momento de hacerme el estudio, respiré hondo, me
tranquilicé y decidí que no sentiría miedo, porque después de investigar
entendí que lo más importante es detectarlo a tiempo y luchar por mí y
por los míos.
Entonces pensé en todas las veces que me había atrevido a hacer las cosas. Recordé que había vencido muchos miedos en toda mi vida.
Tuve miedo cuando dejé de ser una niña y cuando decidí irme de casa para comenzar a escribir mi propia historia, y aún así nada me detuvo.
¿Por qué habría de tenerte miedo a ti, si tan sólo eres un estudio? Además, me favoreces en lo que alguna vez me debilitó y afectó.
Tuve miedo cuando decidí unir mi camino con el amor
de mi vida, cuando me enfrenté a 20 horas de parto para poder traer a
una nueva personita a este mundo, cuando todo lo dudaba. Y aún así lo logré.
Las mujeres hemos logrado, cambiado, soñado, vivido, creado… y todo ha sido con valentía.
Revisarnos y y hacernos la mamografía debe ser una prioridad, ya que es el único método para llegar a un diagnóstico certero.
De nosotros depende vencer el miedo.
Si el cáncer se detecta en la etapa 0, tenemos el 95% de probabilidades de supervivencia.
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